Me pregunté, cómo pude haberte abandonado, después de
haberme dado tanto de ti misma. Cómo no pude haberte descuidado, si todo lo que me
dabas era dicha y emoción. Desde cuándo pesan más las voces del miedo y la
expectativa, la asfixia en una incertidumbre siempre y para siempre incierta.
Yo, que me he justificado mil veces ante
mis actos y pensando todavía que me merezco el cielo, cuando aún no ha llegado
el momento de la verdadera mirada en el espejo, el momento de la verdadera
apuesta y el verdadero salto asumiendo lo desconocido y el impacto dolido,
donde todos los miedos se materializan en suelo duro y desprenden el dolor por
la asumida verdad.
Quiero recuperarte con ese afán con el que se intenta
recuperar amores perdidos, desde la desesperación y la sensación de no poder
vivir sin ti, aunque a mis amores los haya sobrevivido no estoy segura de poder
asumir tu muerte querida, tú tan completa
que me persigues desde que recuerdo mi existencia. Para asumirte sé que
debo abandonar lo explicable o lo reflexivo, adentrarme en un mundo desconocido,
donde yo ya no sea la que decida, sino la musa música la que me guíe, la que me persigue inútilmente, ella, la que me haga saltar, impactar contra el suelo, la que me inspire y destroce.